sábado, 6 de septiembre de 2008

Aldea rural


Mi diario de Kosovo -2

30.Huellas


Hace dos horas se descompuso el motor del coche de Naciones Unidas y nos quedamos cerca de un caserío lejano .Estamos Valion, mi chofer y yo.
No hay posibilidades de regresar ese día, ya son más de las 7 de la noche y hay que esperar hasta mañana.
Valion llama por el radio y nos dicen que nos alojemos donde podamos hasta el día siguiente en que nos pasaran buscando.
Cenamos en una taguara y nos ofrecen en casa de unos vecinos un par de camas. Tomamos café, un poco de sobremesa y nos acostamos a dormir.
Valion duerme como un tronco y yo tengo algo de insomnio.
El dueño de la casa esta viendo televisión solo y su esposa ya esta acostada también.
En la puerta semiabierta veo el pañuelo con que se cubre la cabeza la mujer sobre la mesita de noche y su pelo largo y negro colgando liso desde la cama.
Recuerdo las catacumbas de Roma y Santa Catalina boca abajo con la melena extendida y la cabeza rebanada pegada al cuerpo.
La sonrisa amable y un poco irónica de mi anfitrión me interrumpe, y me invita cordialmente a sentarme.
-Ya se que usted viene de España y América.-y me cuenta una historia.
-En las noches claras de luna llena dicen que a veces se ve a un serbio muerto hace años vagar por estos lares. Enloqueció de celos al ver a su mujer con un albanés y los mato a los dos y se fue.
- Volvió al lugar del crimen unos meses después y se ahorco .Dicen que detrás de el va un hombre santo que quiere obligarlo a someterse al juicio de Dios o Alá
¿Y donde fue el crimen y el suicidio?
Aquí, en esta sala.
Me pasa por la cabeza la idea absurda de que estoy en manos del asesino, pero lo miro fijo a los ojos en su rostro arrugado y me tranquilizo un poco. Son de un claro transparente inexpresivo. Es la profundidad ofendida por un extraño de su hábitat campesino. Pero también esta la hospitalidad y la sonrisa después de segundos eternos del kosovar que ama a sus amigos de afuera.
Voy a dar un paseo le digo. No hace mucho frió y el bucolismo de la aldea me emborracha un poco.
Esta clara la noche.
Hay poca nieve y solo cuatro casas en el caserío.
Se apiñan un poco junto a los silos de piedra .El paisaje en otras épocas del año es verde verde con montañitas y lomas del mismo color. Se torna marrón y rojizo en otoño y se ven pastar las ovejas y amarradas las enormes vacas yugoeslavas
Las casitas tienen dos pisos, algunas como las de Asturias están construidas sobre palos y otras la entrada es por el piso bajo.
Los albaneses tienen coches robados importados del Este de Europa y carros de madera de caballos llenos de heno y leña. La visión de lejos es de un sueño bucólico con construcciones de piedra.
Todavía conversan las familias numerosas albanesas, Lo puedo ver desde el exterior por las ventanas.
A la vera hay unas huellas de dos personas alejándose en el bosque.
Entre los pinos un hombre alto y muy rubio se aleja con otro caminando.
La pila de leña junto a una casa, tiene todavía clavada el hacha entre un madero.
Se oye música eslava a volumen fuerte de algún televisor.
Otras huellas llegan hasta la cabaña, son de un hombre solo, me acerco
Y veo el hacha ensangrentada. Corro a la casa donde me alojo y en la puerta el hombre viejo me esta esperando. -No se preocupe- sonríe.
Deben haber matado algún perro o animal salvaje. Es normal por aquí.
Sigo paseando y me siento en el borde del silo.
Mi anfitrión me acompaña, me habla del campo y sus tareas normales.
Me señala un río cercano, y algunas ovejas encerradas cerca.
Vuelvo a quedarme solo. -Ya me voy a dormir me dice-
-La puerta esta abierta- Cuando quiera acostarse entre.
Diviso entre los árboles los dos hombres. Las huellas frescas suyas vienen de la casa donde voy a dormir...
Se acercan. Me ofrecen un trago de licor albanes muy fuerte que viene bien para el frió. Están animados. Han salido a dar una vuelta para inspeccionar todo.
-En estos días hemos oído muchos ruidos raros. Deben ser las fieras del bosque que están hambrientas por las nevadas.
-Yo mate un perro esta tarde, buscaba comida.-dice uno de ellos.
Hay una figura de hombre que pasa imperceptible y que se ve rápido a lo lejos.
Empieza a soplar el viento y bebo más licor. Se termina la botella y uno de los dos busca otra. Bebemos más.
Les pregunto por la historia del ahorcado.
-Ja ja ja se ríen nadie lo ha visto nunca. Son ideas de los viejos.
-Es mas, yo soy macho me dice el rubio-. Si lo veo lo atrapo.
Vamos por la cuarta botella y nos reímos de todo. Como buenos albaneses
tienen muy buenos sentimientos y la lengua muy suelta. Agradable compañía de amigos borrachos a la intemperie.
La nieve del caserío parece ya mas fría. El otro busca pan y fiambre de carne que engullimos y queso de cabra, y está tan loco que trae una botella de vino.
Puedo divisar las huellas de otra sombra fugaz. Las sigo con la vista y son rojas. Van hacia los pinos.
Casi cayéndose me dice el otro que si que vio una vez al serbio muerto, pero que
solo a lo lejos, y que pensó que estaría esperando a que no hubiese nadie para entrar en la casa donde me alojo. Fue un crimen terrible .Yo era un niño pero se comento mucho en la aldea.
Vuelve a aparecer la figura lejana y el rubio al oírmelo decir se anima a buscarla.
Coje el hacha y se adentra en el bosque. Ya no regresa.
Haciéndonos un transplante espiritual de huevos nos vamos a buscarlo.
Caminamos un trecho en el bosque y creo que estamos perdidos pero el otro
Se orienta bastante bien .Lo encontramos en el suelo dormido.
No hay manera. Reacciona cuando le echamos nieve en los cojones por encima del pantalón.
Al fin vuelve en si.
Regresamos los tres casi cayéndonos y apoyándonos mutuamente.
En el suelo las manchas rojas se suceden irregularmente.
Todo me da vueltas y una botella de agua en casa del otro y más pan y queso me reaniman.
Estamos otra vez los tres bien y de buen humor .Casi hemos vaciado la nevera y seguimos bebiendo aguardiente.
Yo creo que es el fantasma del suicida la sombra fugaz-digo
Solo recuerdo habernos despertado los tres al día siguiente en el suelo de la sala de la casa de los otros muertos de frío.
Valion aparece sonriente y descansado. Yo me lavo la cara durante casi 10 minutos.
Damos las gracias, nos despedimos y nos subimos en el coche que nos enviaron.
Al salir de la aldea, en un árbol cercano diviso una cuerda colgada. No
digo nada. Debo estar todavía borracho.
Unos días después en Prístina me parece ver las mismas huellas de
La aldea.


Febrero 2000

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